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Por Alberto Borrini |

Amancio Ortega, fundador de Zara, es el mejor ejemplo a seguir para los chicos españoles

El columnista de Adlatina saca sus conclusiones de una encuesta realizada entre los adolescentes de ese país.

Amancio Ortega, fundador de Zara, es el mejor ejemplo a seguir para los chicos españoles
Los jóvenes encuestados prefieren ser como Ortega más que como Steve Jobs, Cristiano Ronaldo, Leo Messi y Barack Obama.

En una encuesta realizada en España de la que participaron 12.000 adolescentes, se les dio a elegir, entre varias personalidades muy conocidas y de las más diversas profesiones, a quién querían parecerse cuando fuesen grandes. El resultado sorprendió a todos, porque el ranking de preferencias fue encabezado por Amancio Ortega, fundador y director de la famosa cadena internacional de tiendas Zara y de otros millonarios emprendimientos mundiales, por encima de Steve Jobs, Cristiano Ronaldo, Leo Messi y Barack Obama.
Ortega no sólo es el más rico de España, también resalta entre los 10 o 15 mega millonarios del mundo. El caso es curioso, sobre todo en nuestro país, donde después de años de adoctrinamiento adverso al sistema de empresa y a las instituciones financieras, que en la última década empieza en la escuela, la familia y las campañas electorales (recordar que uno de los spots, los chicos de un jardín de infantes criticaban al Fondo Monetario como si fuesen veteranos desengañados) los empresarios, escarmentados, se hacen llamar emprendedores.
Sutil juego de palabras que en realidad no cambia nada, porque lo que realmente cuenta es lo que exige un especialista como Octave Gelinier para calificar a la empresa: que sea producto de la innovación y no de la especulación.
El término emprendedor no alcanza a transparentar el hecho evidente de que por más que se la rechace, es difícil encontrarle un sucedáneo a la empresa que, como ella, genere puestos de trabajo en cantidad y calidad y una creación de productos y servicios en las mejores condiciones de mercado posibles.
Por supuesto que hubo, hay y habrá empresas buenas y malas, porque para eso están las autoridades: para controlarlas, meterlas en vereda y estimularlas cuando lo merecen. Por eso, la elección de los chicos españoles no sorprende en Suecia y Noruega, por citar sólo dos países de la Comunidad Europea, donde la iniciativa privada es prolijamente controlada por el gobierno y estimulada crediticia e impositivamente. La ética de la empresa depende, no obstante, de la ética de quienes deben controlarla. No puede haber empresas capaces de conciliar la lógica de la ganancia con su adaptación social al entorno en que se desarrolla.
Pero también hay que admitir que el caso del empresario Amancio Ortega tiene ribetes especiales. Por un lado, es conocido y reconocido por brindar productos de calidad en variedad, calidad y cercanía a precios satisfactorios. Siempre hay una filial cerca de casa, en España y a veces hasta en algún lugar del exterior.
Por otro, porque Ortega habla poco y no busca sino que escapa a la figuración mediática, pese a ser el mejor portavoz de su grupo. Sustenta obras de bien común, sin jactarse de ellas como parte del marketing presuntamente social de su actividad, como suele ocurrir a menudo en muchos países.
Una nueva generación de empresarios pisa cada vez más fuerte en el país, escribió José Del Río en La Nación hace un par de meses. Su fuerza reside en tomar conciencia de la necesidad de explorar ideas globales y en moverse sin esperar mucho del Estado. Esta clase de empresarios se sostiene, además, en una tarea de equipo más que en las individualidades. Pero esta nueva raza necesita el contrapeso de una generación de funcionarios que sepa balancear autoridad, control y mejor aún autocontrol.