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EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI

¿El goleador es el mejor poeta del año?

El columnista de adlatina.com repasa un artículo publicado en la revista “Ñ” para el Mundial de 2006, en el que once intelectuales de todo el mundo opinaban sobre fútbol. En este marco, saca a relucir el aporte de Julio Mafud, con su ensayo “Sociología del Fútbol”.

¿El goleador es el mejor poeta del año?
Borrini: “Con una mirada actual, el libro de Mafud adolece de una grave ausencia: no pudo prever la conversión del deporte, en las décadas siguientes a la del ’60, de un simple juego en un fabuloso negocio mundial”.

Pier Paolo Pasolini, célebre escritor, poeta y cineasta italiano, ejemplificó con una frase, “El goleador es siempre el mejor poeta del año”, el interés por el fútbol que cundió entre algunos de los más famosos y admirados intelectuales, paralelamente al crecimiento popular y económico del deporte en el planeta.

La cita de Pasolini encabeza un entretenido y bien documentado artículo que celebro haber guardado, y que acabo de rescatar de mi archivo. La nota, titulada “Romance intelectual con la pelota”, la firma el periodista Hernán Brienza y fue publicada en la revista “Ñ” en vísperas de otro Mundial, el de 2006.

Brienza la completó con los nombres de once intelectuales de todo el mundo que opinaron sobre fútbol, algunos como entusiastas hinchas y otros críticamente, que el autor imaginó distribuidos en un campo de juego como si integrasen un seleccionado real. Pasolini, acaso por su fervor, con Albert Camus, otro admirador del deporte, forman la delantera; entre los volantes descuellan Dolina y Galeano, reconocidos fanáticos, pero el centro del campo es dominado, irónicamente, por Borges, quien como es sabido no se cansó de despotricar contra un deporte al que consideraba un “juego estúpido heredado de los ingleses” y “estéticamente muy feo”.

Si hubiese hecho yo la lista, no habría olvidado de elegir además a Julio Mafud, compañero de estudios en la Escuela Superior de Publicidad, quien escribió y publicó uno de los primeros ensayos que conozco sobre el tema, “Sociología del Fútbol” (Américalee, 1967).

“El goleador es la estrella del fútbol”, apunta Mafud, un observador neutral e imposible de vincular, por su aspecto desgarbado, con cualquier forma de atletismo. La nómina de los goleadores, recuerda, nació en el país en 1932 con la espectacular irrupción del cañonero Bernabé Ferreira, “la fiera” de River, club que no lo menciona pero pagó tanto por su pase, en ese momento, que provocó el apodo de “millonarios” que lo acompaña hasta en su actual pobreza de recursos.

“Sociología del fútbol” aborda el juego desde todas sus facetas: la pelota, el jugador, la cancha, la tribuna, la hinchada. Una de las más curiosas es la “sociología” del pie. “La redondez de la pelota la acerca biológicamente más a la mano que al pie; las manos pueden ahuecarse para embolsarla, para asirla. Por eso,  cuando un jugador tiene una gran habilidad con el pie, añade Mafud, suele aludirse a la mano: la “puso como con la mano”, o “le pegó como con un guante”. Pero el pie es más agresivo, contundente, varonil. Los más habilidosos llevan a la pelota “pegada al pie”.

Con una mirada actual, el libro de Mafud adolece de una grave ausencia: no pudo prever la conversión del deporte, en las décadas siguientes a la del ’60, de un simple juego en un fabuloso negocio mundial. El autor apenas le dedica unas pocas páginas a lo que denomina “La economía del fútbol”, para informar que, en su tiempo el juego atravesaba por un progresivo declive, medido por la caída de los espectadores, que apoya con estadísticas.

La tendencia se ha revertido y hoy el fútbol es, económicamente,  una potencia económica mundial. Si fuese un país la cifra del negocio, difícil de calcular con precisión, equivaldría a un PBI muy parecido al de la Argentina; su población, si se toma sólo en cuenta la cantidad de personas que viven directamente de él sería de varios cientos de miles. Con la hinchada, podría competir con China o India.

 

El mayor índice de su poderío lo dan las marcas que, de manera creciente en cada Copa del Mundo, se desviven por “entrar a la cancha”, y participar de un evento tan aglutinante. Algunas incluso se arriesgan a desafiar las leyes y fronteras legales mediante la práctica del “marketing guerrilla”, a costa de su prestigio, cuando no forman parte del reducido núcleo de marcas y empresas que son los auspiciantes oficiales del evento y que este año pagaron más de 1.100 millones de euros por tener esa exclusividad.

Alberto Borrini

Por Alberto Borrini

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