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EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI

Falsos ídolos millonarios y fanatismos que salen caros

Borrini opina sobre el último recital del Indio Solari en la localidad argentina de Olavarría, donde murieron dos espectadores y más de 20 resultaron heridos.

Falsos ídolos millonarios y fanatismos que salen caros
Borrini: “¿Es que a los ídolos, además que cantar con el bolsillo, hay que perdonarles que sean tan insensibles como robots?”

La mayoría de los lectores podría hacer una lista relativamente extensa de los objetos de culto irracional, desde los religiosos hasta los deportivos, que cobran millones tanto por su quehacer específico como por prestar su imagen a grandes marcas y que encima burlan al fisco para aumentar ilegalmente sus ingresos.
Pero el trágico suceso del recital de Olavarría, que acaparó los titulares de los medios a lo largo de varios días, obliga al columnista a reflexionar sobre un tema que acaso tuvo esa repercusión porque hubo varios muertos; de no haber sido así, no hubiese pasado de un suelto en algún rincón de las noticias, y ni siquiera nos habríamos enterado de todas las barbaridades cometidas por los involucrados en tan rentable negocio, simplemente por la frecuencia y la impunidad con que se cometen. La opinión pública parecería estar vacunada contra ellos.
Pero apasionado por el correcto uso de las palabras, y de sus modificaciones, iba a decir degradaciones, a través del tiempo, no puedo pasar por alto en qué ha ido a parar la palabra “recital”.
Hubo un tiempo en que sólo se utilizaba para designar espectáculos artísticos que se hacían en escenarios adecuados para disfrutarlos en plenitud, seguidos con unción casi religiosa por los que asistían en silencio. Eran espectadores, no hinchas. Nadie gritaba; sólo algunos aplausos que había que hacer a tiempo, ni antes ni después, para no pasar papelones.
Disfrutar un concierto era un arte. En este momento se habla mucho de trabajo en equipo, pero finalmente los que más influyen en un partido, si se habla de fútbol, son profesionales tasados en millones de dólares. Una orquesta sí que es un verdadero equipo, donde las identidades individuales son absorbidas por la identidad colectiva. Ni siquiera sabemos sus nombres. Me gustaría que los países funcionaran de la misma manera.
Volviendo a la tragedia que detonó este artículo, recordemos que los investigadores y los medios masivos de difusión comenzaron por apuntar a los organizadores y a los funcionarios que autorizaron un espectáculo que, desde la advertencia que según se supo campeaba en las entradas, brindaba pocas o ninguna garantía de seguridad a los asistentes. Más interesó prevenir que se dañaran las instalaciones, y que nadie se animara a sustraer dinero de las boleterías.
Luego los medios metieron en la bolsa también al cantante, porque por más que alegue de que confió en los organizadores, sus amigos, llama la atención que haya abandonado el lugar prestamente sin interesarse por la suerte de los que habían ido a verlo, sus fanáticos, que por serlo en demasía estaban sufriendo por salir indemnes de una trampa mortal. ¿Es que a los ídolos, además que cantar con el bolsillo, hay que perdonarles que sean tan insensibles como robots?

Alberto Borrini

Por Alberto Borrini

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