Con antecedentes tan auspiciosos, Piragua lanzó la primera edición en español, a la que se animó a darle una forma tan cómoda, portátil (más chica incluso que una moderna tableta) y barata. Compré uno de los primeros ejemplares; puedo constatarlo fácilmente porque, por entonces, solía registrar en los libros la fecha de adquisición (diciembre 1963).

¡Década del ’60! Me siento un privilegiado por haber podido vivir con intensidad, en mis treinta, el período más creativo del siglo pasado en literatura, música, plástica y ciencia, y que terminó como se merecía, con el inolvidable primer alunizaje, en 1969, cuya transmisión televisiva, tan importante como el hecho mismo, mantuvo desvelado, y maravillado, a medio planeta.

También fue una década inigualable en publicidad; fueron los años en que empezó todo, el tiempo de Bernbach, Ogilvy, Lois, Della Femina, Ratto, Casares, De Luca, en que se ganaron los primeros premios internacionales, y en cuyo desenlace, 1969-1970, se batió el primer récord de facturación, de algo más de 300 millones de dólares. Cifra que luego se vino abajo y recién se pudo recuperar tres décadas después.

El libro de Drucker fue otra prueba del empuje de esa época maravillosa; lo leí con detención, lo subrayé copiosamente y me convertí de inmediato en un “discípulo” del gran autor y consultor. Drucker nació en Austria; su padre era amigo de Freud y el chico Peter pudo conocerlo durante un almuerzo en la casa familiar. Recibido de economista, se trasladó a Inglaterra, donde empezó a ejercer como consultor. De Londres se mudó a Nueva York, para convertirse en el primer asesor en gestión de empresas del mundo.

Lo entrevisté en Nueva York en 1967. Drucker no tenía apuro, y le gustaba hablar de su trabajo y de sus libros. Me dedicó dos horas. Lo consideré un regalo, porque no me conocía ni conocía mi revista, Mercado. Un buen regalo, porque en ese momento Drucker cobraba a sus asesorados 400 dólares la hora, buena plata.

En la Introducción, Drucker define “La gerencia…” como “un libro práctico… escrito en base a muchos años de experiencia adquirida en el trabajo con gerentes, tanto de grandes empresas como de pequeñas”. Pero líneas más adelante parecía dirigirse a mí al decir que el libro “ha sido escrito también para los que no tienen experiencia en la gerencia”, e incluso para los que no van a ejercerla”. Era justamente mi caso, porque pensaba dedicarme a escribir sobre ella, base de la que poco después iba a ser mi especialidad: la gestión de la comunicación empresarial.

Drucker murió en 2005, a los 95 años. Su pasión era el arte japonés, y su deporte favorito el montañismo.